Sonando: Un año de amor (Luz Casal)
Siempre tuve claro que de estos deditos de pianista que Dios me dio nunca saldrían melodías de piano pero sí esas ideas que me rondan la mente y la agujerean como queso Gruyere desde tiempos inmemoriales. No es que de los dedos salga literalmente algo, entendedme, solo trato de expresar que mis manos, a través de la escritura, iban a ser capaces de plasmar aquello que surge en mi cabeza.
La oratoria nunca fue mi mayor cualidad, mis habilidades sociales no se caracterizan por una enorme elocuencia, tampoco puedo decir que se me oiga en exceso allá donde voy. No soy la pesada que te taladrará con llamadas telefónicas para esto y aquello y rara vez seré la primera en hablar en público, lo cual no significa, por otra parte, que permanezca ausente a todo lo que me rodea. Os observo, amigos. Mucho.
Soy de las de “la procesión va por dentro”, una especie de esponja que se pasa el día absorbiendo información, datos, comportamientos, actitudes, imágenes, palabras, conversaciones, sonidos… Después los proceso y los macero, durante tiempo indefinido, en mi chaveta loca, y cuando adquieren consistencia y forma, regresan al exterior convertidas en letras, palabras, frases, párrafos… Y entonces todo tiene sentido.
Un día comprendí que estaba acumulando demasiadas cosas en ese ámbito etéreo de mí misma, que debía hacer caso a mi intuición que ya me venía avisando de que la carrera de piano no era lo mío, y que comunicar no solo es abrir el pico, como tantas veces os digo. Así que con un poquito de aquí y otro poquito de allá… Nació Regaliz para dos. Prácticamente nadie supo del alumbramiento. Fue algo mío, como casi todo lo que hago, porque me paso tanto tiempo dentro de mi círculo íntimo que a veces olvido que formo parte de un colectivo llamado sociedad, con grupos cercanos que requieren atención y actividad por mi parte. Pero bueno, en este caso me perdonaréis que no anunciara a bombo y platillo el inicio de este blog, porque es algo muy mío y las cosas de uno, uno decide cuándo presentarlas.
Decidí que la entrada del 17 de noviembre sería la idónea para saludaros y haceros conocedores de Regaliz para dos. Coincidiendo con el 16º aniversario de la muerte de Enrique Urquijo, creé un relato que de verdad me habría gustado hubiera sido cierto, en el cual Enrique no moría. Estuve (estoy) muy orgullosa de esa historia y pensé que no había mejor manera de contaros mi proyecto personal, que esa. Y así es como conocisteis Regaliz para dos, y con ello mi faceta de hablar con palabras escritas, o escribir con palabras habladas, de las que salen desde muy adentro.
Algunos os asombrasteis y otros muchos no, porque quienes más me conocéis ya sabíais que nunca fui de números y mucho de letras, por lo tanto esto era algo casi previsible. Para mí fue realmente un gran paso y forma parte de mi trabajo conmigo misma en saber manejar mi timidez y potenciar mis cualidades, porque para eso están, amigos.
Así que desde entonces y hasta hoy, he ido publicando, con mayor o menor asiduidad, una entrada o post en este blog que es muy mío pero que cada vez es más de todos; os he invitado a reflexionar, a pensar, a hacer autocrítica; también os he incitado a reír, a emocionaros, ¡a preocuparos por mí en alguna ocasión!, y a tararear canciones y tener siempre, en cada nueva entrada, una canción de fondo. Regaliz para dos se lee con música, porque las palabras fluyen y se asimilan mejor cuando tienen una melodía sobre la que apoyarse.
Y como hoy estamos de aniversario, me encantará que os toméis esa copa de vino, cerveza, refresco o Cola Cao con magdalenas a la salud de este blog, de la palabra, de comunicar y de echarle ganas a las cosas que te gustan y que te hacen feliz. Gracias a todos por invertir unos minutos de vuestro tiempo en leerme siempre, no sabéis lo gratificante que es. Seguiremos compartiendo regalices, mientras estos dedos den voz a las ideas.
Pronto más Regaliz para dos, amigos.
URBAN Style signature: Leticia San Andrés
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