Si en los meses de invierno el frío puede resacar nuestra piel, en verano nuestra epidermis está expuesta a otra serie de factores -como el calor, el sol, el cloro, la sal…- que también pueden alterar su equilibrio y comprometer su vitalidad y belleza. Por eso, incluso en vacaciones, es importante mantener una rutina de belleza donde se sigan estos 4 pasos básicos: limpieza, hidratación, nutrición y protección solar.

1. Limpieza y exfoliación
Sin duda, la limpieza es el punto clave de la rutina diaria y debe ser el paso al que más tiempo dediquemos. Antes de aplicar cualquier tratamiento – ya sea la crema hidratante, el protector solar o el maquillaje- lo primero que tenemos que hacer es mantener la piel limpia. Una piel sucia es una piel apagada, en la que “el poro se hace visible y aparece la deshidratación, la textura es áspera y poco elástica”, cuenta Meritxell Martí, farmacéutica, experta en dermatología y autora de “Vivir sano, sentirse bien”. Por ello debemos limpiar nuestra piel diariamente y debemos hacerlo dos veces al día, por la mañana y por la noche. Además, una o dos veces por semana, es aconsejable utilizar un exfoliante que nos ayude a eliminar los restos de células muertas de la piel.

2. Hidratación
El segundo paso consiste en hidratar. La hidratación aporta humedad a la piel, la protege de factores externos agresivos y favorece su elasticidad, lo que hace que ésta se muestre menos tirante y, por tanto, con menos arrugas. Hay que buscar una crema hidratante que sea acorde a nuestro tipo de piel, pero también a nuestra edad. Podemos probar una crema para la mañana y otra para la noche.

3. Protección solar
Aunque solemos reservar este paso a los meses de verano, o para cuando vamos a la piscina o la playa, las radiaciones solares UVA y UVB, las más perjudiciales para la piel, siguen actuando tanto en primavera como en otoño o invierno, por lo que debemos usar protección solar todo el año. Diversos estudios demuestran que la exposición solar supone un 80% de su envejecimiento prematuro, por tanto, el protector solar facial es la mejor crema antienvejecimiento para nuestro rostro ya que evita el fotoenvejecimiento y la aparición de manchas, así como otros problemas más graves como el cáncer de piel.
Tanto en verano como el resto del año, elige un protector solar de factor alto y de amplio espectro, que te proteja tanto de los rayos UVA como de los UVB, e incorpóralo a tu rutina de belleza diaria. A la hora de aplicarlo, debes hacerlo tras haber limpiado previamente tu cara y después de tu tratamiento hidratante.

4. Nutrición
Como el resto de órganos del cuerpo, la piel necesita nutrientes para cumplir con sus funciones y mostrar un aspecto suave y reluciente. Cuanto más mayores somos, más nutrición necesita la piel porque su capacidad de autorregeneración disminuye y se hace más necesaria la ayuda externa. Así, a partir de los 30 años es aconsejable incorporar a la rutina de cuidado de la piel una crema nutritiva para prevenir y combatir la sequedad, las arrugas y la falta de elasticidad. Las cremas nutritivas aportan a la piel lípidos, formaciones moleculares que sirven de reserva energética a la piel. Se suelen aplicar por la noche para intensificar sus efectos.

5. Cuidarse desde el interior
Además de estos cuidados externos, también podemos y debemos cuidar nuestra piel desde dentro. Así, seguir una dieta rica en vitaminas, minerales y antioxidantes es vital para mantener una piel saludable. Los alimentos ricos en antioxidantes, como las frutas y las verduras, contribuyen a prevenir la degeneración de las células y a mantener la piel hidratada. Por otro lado, beber agua, al menos dos litros al día, nos ayudará a mantenernos hidratados por dentro.
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