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Reproducción asistida, quién dijo miedo

Siempre que una pareja se plantea tener un hijo mediante reproducción asistida le asaltan dudas e incluso miedos en su primera consulta. Y, aunque se tratan de temores infundados, son normales, más si se tiene en cuenta la situación personal de desgaste psicológico y emocional en la que se encuentra la pareja después de un largo tiempo buscando el embarazo sin conseguirlo y sabiendo que esta puede ser la alternativa definitiva que les ayudará a ser padres.

Pero no solo eso. El desconocimiento de las pruebas concretas a las que les van a someter y del tratamiento recomendado para su caso, de si es o no doloroso, o si implica o no algún tipo de riesgo o de efecto secundario importante… es motivo suficiente para la preocupación.

Ponerse en manos de profesionales, el mejor antídoto contra esos temores

Sin embargo, ante esa desazón, lo mejor es dejarse orientar por los especialistas en reproducción asistida y seguir sus recomendaciones. En el equipo médico la pareja encontrará el apoyo y la ayuda que precisa para resolver cualquier duda ya que se trata de profesionales altamente cualificados y con una larga trayectoria en reproducción asistida que no dudarán en ponerse en el lugar de sus pacientes para tomar juntos la mejor decisión.

Además, en FIV LABER se garantiza que serán atendidos en un ambiente íntimo, donde se cuidan mucho los detalles y donde el paciente es el protagonista de cualquier acción. Si se tiene la suficiente paciencia, se dejan aconsejar y la economía lo permite, antes o después se puede lograr el ansiado embarazo.

LA PRIMERA CITA

En el primer día de consulta, el médico especialista en reproducción asistida hace a los dos miembros de la pareja una entrevista clínica para determinar, a través de preguntas concretas, si padecen alguna enfermedad personal o familiar que pueda ser causa de su esterilidad o impedir o dificultar el tratamiento. Además, en la mujer, también será necesario efectuar una exploración ginecológica y estudiar su reserva ovárica y su capacidad para producir óvulos. Por su parte, al hombre se le someterá a un estudio para valorar su capacidad de producir espermatozoides.

Las pruebas en ambos casos son muy sencillas. Consisten en un análisis de sangre y una ecografía, en el caso de la mujer, y un análisis de semen y sangre, en el varón.

Si posteriormente a estas pruebas iniciales, y como resultado de ellas, se observa alguna alteración, se evaluará la posibilidad de hacer pruebas secundarias para profundizar un poco más en los resultados. En el caso, por ejemplo, de que la mujer tenga menos de 38 años y las pruebas en principio hayan salido bien, habría que estudiar la permeabilidad de las trompas de Falopio median te una radiografía con contraste o histerosalpingografía.

Y en el caso del hombre, si se ve que no hay espermatozoides a partir de la primera prueba, será preciso buscarlos en el testículo mediante biopsia testicular. En cualquiera de los dos casos, se trata de procesos totalmente tolerables y asumibles.

Y es que actualmente los tratamientos son prácticamente inocuos; los riesgos, casi inexistentes, y la pareja, en especial la mujer, que es la parte más afectada por los cambios del tratamiento, puede llevar un ritmo de vida normal sin que tenga que modificar en exceso su día a día.

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