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Los Reyes Magos vienen de San Francisco

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Uno de los acontecimientos más representativos de la Navidad española es la cabalgata de los Reyes de Oriente. Este acontecimiento es vivido por todos con verdadero entusiasmo e ilusión, hasta tal punto que es una de las convocatorias que mayor gentío congrega en las calles de cualquier población.

No nos ha de extrañar que todos los ayuntamientos se esfuercen en organizar magníficos cortejos, cada vez más innovadores –sin que haya necesidad de ello e, incluso, llegando a cambiar el género a los Magos–, y que satisfagan las expectativas de los adultos más exigentes –como si ellos fueran los principales destinatarios–. Quizás, por ello y erróneamente, se ha otorgado un excesivo protagonismo a todo tipo de comparsas faunísticas y de personajes de la factoría Disney hasta convertirlos en una parodia de los desfiles promocionales del Ringling Brothers Circus; tal y como ha ocurrido en nuestra ciudad en alguna edición.

Hasta los más adultos de Guadalajara pudieran suponer que este cortejo real es una tradición litúrgica/parateatral que ahonda sus raíces en la época de los Mendoza; pero, he de advertir, que no hay nada más lejos de la realidad, pues esta parada de la noche de Reyes no alcanza ni siquiera los ochenta años de existencia.

Sin título-14Para encontrar su origen debemos remontarnos a los días 5 y 6 de enero de 1940, jornadas en las que Francisco Palazón, a la cabeza de la Organización Juvenil, y el teniente Blanco, jefe del Parque y Maestranza de Ingenieros, se ocuparon de diseñar y preparar una cabalgata con los tres Reyes Magos montados a caballo, cinco vistosas carretas con pastorcillas y pastorcillos, centenares de jóvenes con antorchas fabricadas para la ocasión en el Fuerte, y con la orquestina del maestro Pérez Estecha. El cortejo partió de San Francisco y recorrió las principales calles, haciendo parada en el Gobierno Civil y en aquellos centros que acogían a las inocentes víctimas de la Guerra Civil: el comedor del Auxilio Social, el Hospital y la Prisión Provincial; dependencias en las que se hacía entrega de juguetes a todos los niños. Esta primera edición contó, además, con la colaboración de los empresarios del Teatro Casino y del Cine Novelty, dos salas que, desde hacía tiempo, organizaban sorteos extraordinarios de regalos entre los chavales que acudían a las proyecciones cinematográficas del día de Reyes.

Se gestó entonces un modelo que fue mantenido por un grupo de amigos que había participado de aquel desfile de 1940, entre los que debo citar a Manuel Moratilla Alda, Tomás González Hita, Andrés Gamo, José Luis Pradillo, y a los hermanos Relaño; pero, especialmente, a Jesús y a José Esteban Alda, verdaderos responsables de la organización durante casi cincuenta años.

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