Las cifras son muy claras: el 25% de los escolares de entre 6 y 16 años tiene problemas de visión que pueden afectar a su desarrollo y a su rendimiento académico. En los preescolares (de 0 a 6 años), el porcentaje se reduce al 10%.
Esto sucede porque la visión es clave para el aprendizaje, ya que el 80% de la información recibida en el colegio se obtiene de manera visual. Por tanto, resulta de vital importancia detectar y corregir problemas visuales como miopía, hipermetropía o estrabismo, ya que pueden perjudicar su desarrollo, personalidad y carácter hasta el extremo de afectar a sus resultados académicos. Además, hay que prestar especial atención en estas edades al tratarse de una etapa en la que la visión se desarrolla completamente y donde se suele alcanzar el 100% de agudeza visual.
Los expertos indican que la identificación temprana de un problema visual en el menor puede ser crucial, por lo que hay que estar atentos a cualquier signo de alerta. Si el niño se sienta demasiado cerca de la televisión o se aproxima mucho los libros, si se pierde entre líneas cuando lee, si usa el dedo para guiarse o entorna los ojos, no quiere hacer actividades que requieran más agudeza visual, se queja de dolor de cabeza o saca peores notas de lo normal, serán claros indicativos de la existencia de algún problema visual.
La solución es acudir a un establecimiento sanitario de óptica para realizar un examen visual optométrico completo al menos una vez al año en niños sin deficiencias visuales y, cada tres o seis meses, si tenemos alguna sospecha de que puedan existir problemas como defectos refractivos (miopía, hipermetropía y astigmatismo), ambliopía (ojo vago), estrabismo o anomalías de la visión binocular.
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