Si no quieres que el verano te pille con los deberes sin hacer, ahora es el momento de empezar a adoptar unos hábitos saludables. Y es que, aunque todos somos conscientes de que llevar una vida saludable durante todo el año es la mejor manera de llegar en forma al verano, lo cierto es que durante el invierno o los meses de frío tendemos a relajarnos.
No obstante, como dice el refrán, “nunca es tarde si la dicha es buena” y todavía estamos a tiempo de enmendar la situación. Y no hablamos de dietas milagrosas, sino de aprovechar la coyuntura para, de una vez por todas, cambiar de hábitos y apostar por una dieta sana y una vida activa. En definitiva, no se trata solo de perder esos kilos de más, sino de mejorar nuestra salud.
Para adelgazar, la única fórmula válida es quemar más calorías de las que consumimos. Únicamente así nuestro cuerpo será capaz de quemar grasa, ya que se verá obligado a recurrir a ella en busca de energía extra. Según la OMS, en rasgos generales, un hombre adulto debería consumir entre 2.000 y 2.500 Kcal/día, y una mujer entre 1.500 y 2.000 Kcal/día.
Si ingerimos esas calorías diarias y luego las quemamos, ya sea practicando deporte o realizando alguna actividad que requiera una gran inversión calórica, conseguiremos perder peso y mantenernos en forma. Por otro lado, los expertos desaconsejan llevar una dieta con una restricción excesiva de calorías, ya que podríamos conseguir el efecto contrario. Si el cuerpo detecta una falta de energía, se defenderá acumulando las pocas calorías consumidas en forma de grasa.
Dicho esto, apuesta por una alimentación saludable los 365 días del año y olvídate para siempre de las dietas. Una dieta sana y equilibrada se fundamenta en cuatro pilares: variedad, frecuencia, moderación e hidratación.
1. Variedad: combinar adecuadamente, y en las porciones correctas, alimentos de todos los grupos ayuda a producir la energía necesaria para realizar las actividades del día. Eso sí, para perder peso y eliminar grasa en nuestra dieta, debemos primar aquellos alimentos que produzcan sensación de saciedad y que nos aporten nutrientes y pocas calorías.
Así, no pueden faltar en nuestra despensa:
– Frutas y verduras. Con un reducido aporte calórico, este grupo de alimentos son los que más vitaminas y minerales aportan a nuestro organismo.
– Pescados, huevos y carnes. El aporte de aminoácidos que generan estos alimentos es indispensable para la protección de nuestros tejidos y para el funcionamiento de nuestro metabolismo.
– Frutos secos y legumbres. Pese a la mala fama que los ha acompañado durante años, los frutos secos nos aportan una altísima cantidad de nutrientes esenciales. Además, la absorción de la energía que nos aportan es muy lenta, lo que resulta muy beneficioso para el control hormonal. En contrapartida, deberemos restringir aquellos alimentos que, no sólo nos proporcionen grandes cantidades de energía, sino que además lo hagan de forma rápida, como es el caso del azúcar y las harinas refinadas.
2. Frecuencia: para poder mantener un equilibrio hormonal y energético lo ideal es llevar un consumo frecuente y regular de alimentos. Lo recomendable es hacer entre 5-6 comidas al día.
Además de ayudarnos a no picar entre horas, no dejar pasar más de tres horas entre una ingesta y la siguiente nos ayudará a mantener estables los niveles de insulina, a eliminar con mayor facilidad lo que el cuerpo no necesita y a mantener nuestro metabolismo más activo.
3. Moderación: debemos consumir alimentos de forma moderada, ya que el cuerpo tiene una capacidad limitada de asimilación y utilización de la energía y nutrientes. Esto significa comer sólo lo que el cuerpo necesita y es capaz de digerir. Un truco para evitar no comer de manera compulsiva y con ansiedad es consumir alimentos ricos en fibra, ya que ayudan a prolongar la sensación de saciedad después de comer.
4. Hidratación: mantener una buena hidratación es otra excelente herramienta para el control del apetito y la saciedad. Además, el consumo de líquidos promueve la hidratación del cuerpo y al mismo tiempo ayuda a eliminar toxinas. Eso sí, cuando hablamos de líquidos quedan excluidos el alcohol y las bebidas azucaradas.
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