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Mujer contra mujer

Sonando: Carmen (Georges Bizet)

Leía días atrás, sorprendida y con una incipiente media sonrisa, que en el teatro Maggio Musicale de Florencia tuvo lugar el estreno de una versión del clásico Carmen, de Bizet, en el cual el final de la historia se modificaba para lograr que la protagonista sobreviviera a Don José, pasión y tormento de ella, ella locura y capricho de él. Lejos de querer entrar en debates concernientes a si es lícito o no transformar obras maestras, y menos aún de juzgar al director de escena, Leo Muscato, por tal atrevimiento, confieso que sonreía porque sentí paz y alegría por Carmen, y porque en cierto modo, ella, con este, su inesperado acto final, nos está vengando.

Porque Carmen pudiera ser yo y pudieras ser tú, Carmen es un montón de mujeres ahí afuera, unas tan alerta y otras tan calladas; sin embargo, esta Carmen ya no será ninguna de las mujeres cuyas vidas han sido devastadas por distintos Don Josés, y, aunque tampoco esto trata de alegatos a la muerte de nadie, no voy a negar que si hubiera tenido la oportunidad de ver esta versión de Carmen en directo, habría aplaudido hasta la extenuación de mis manos.

Vaya lacra histórica profunda, el sometimiento de la mujer. Menudo germen tóxico implantado desde el principio de los tiempos, vaya cáncer social del que no somos capaces de librarnos. ¿Hemos avanzado? Sí, desde luego, pero el problema ha evolucionado también. Por si no teníamos suficiente con la mastodóntica confrontación dual “hombre – mujer”, con clara desventaja para la mujer, hemos conseguido dar un paso más y confrontarnos también entre nosotras. Odiarnos, faltarnos al respeto, arrebatarnos la dignidad, frenar nuestro poder y nuestras capacidades… Qué vergüenza.

A mí, toda esta patraña no me pilla de nuevas, soy mujer con ojos en la cara y a diario percibo ataques de diversa índole hacia mujeres, yo incluida, bien por parte de hombres, bien por parte de otras mujeres, y, siendo sensatos, no me escondo al decir que incluso probablemente yo misma también haya caído en la trampa de participar en esa orgía de repugnancia, totalmente enajenada y sucumbiendo al (des)encanto del criticar por criticar. Auto humillación pública, amigos, que os aseguro que me duele, y que del mismo modo os digo, empiezo a trabajar desde ya este error que arrastro para erradicarlo.

Mi propio camino de desarrollo y crecimiento personal, mi voluntad de convertirme cada día en alguien mejor
y de construir un mundo también mejor para todos, unido a los acontecimientos que, en esta línea, van sucediendo a lo largo de los años, han hecho que me replantee la dirección de mi enfoque vital y que tome conciencia de todo el tiempo en el que he estado dormida, bien por pura ignorancia, bien por efecto de la mediocridad social. Y después de mucho escuchar, leer, meditar, experimentar, sufrir y observar al respecto, hoy digo BASTA. Os confesaré además que ha existido un punto de inflexión que, como todos, aparecen de repente y sin esperarlos. Llegó a mí un vídeo de Alexandra Pereira, Lovely Pepa, que ha terminado de abrirme bien los ojos, si es que me faltaba un último empujón.

Os recomiendo encarecidamente que lo veáis porque todo lo que dice en él es la realidad y es una realidad terrible. Y es valiente, reúne valor y da nombres, y quiero llamar la atención sobre este detalle no solo por la dificultad que representa el hecho en sí, sino porque habla de un medio de comunicación que, para más inri, está gestionado por mujeres y dirigido fundamentalmente a mujeres. ¿Veis? Manchadas hasta las cejas de crítica destructiva y del “mujer contra mujer”. No sé qué pretendemos con ello salvo airear una vez más nuestra involución como especie humana, pero, desde luego, nos hace un flaco favor. Porque al final, quien es emisor de odio, intencionado en el daño y defensor del insulto bajo el paraguas desgastado de la libertad de expresión, constituye una zancadilla en nuestro camino de progreso e igualdad, pero además, cuando quienes tienen la boca y las manos sucias de fabricar podredumbre, cuando quienes consienten semejante bazofia son medios de comunicación y/o mujeres, eso, amigos, ya no es una zancadilla: es la puerta hacia el abismo, hacia la oscuridad absoluta y hacia la autodestrucción. Y representa, por supuesto, la máxima expresión de la deshonra.

Tened claro que el caso de Alexandra es “solo” un botón de la muestra y que lo que ella cuenta no es algo que le ocurre por desempeñar un trabajo o un estatus social. O dicho de otro modo: ese monstruo que es el acoso, la infravaloración, la desigualdad, el sexismo y la violencia (insultar, vejar y faltar al respeto también es violencia), no entiende de castas y vive con nosotros: en nuestros hogares, en las calles, en nuestros lugares de trabajo, en centros de ocio y educativos… Luchar contra él es difícil pero no imposible. Es cuestión de conciencia, perseverancia e implicación. La última cosa que quiero que tengáis clara por hoy es que unidos, somos más fuertes ante cualquier lucha. Pero, sobre todo, que UNIDAS, es la única forma.

Pronto más regaliz para dos, amigos.

URBAN Style signature: Leticia San Andrés

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